¿Preferirías ser condenado antes que renunciar a tus ideales? Según relata Platón en su texto, Apología de Sócrates, eso hizo su maestro tras las acusaciones de corromper a la juventud.
Sócrates fue un brillante filósofo de la Grecia Clásica, y sin duda un pilar fundamental en la historia de la filosofía.
Dada su particular forma de reflexionar, y su concepción sobre el conocimiento, este pensador nunca se ocupó de dejar nada escrito. Sin embargo, sí lo hicieron sus discípulos más cercanos; entre ellos, Platón.
Por consiguiente, y sin más antesalas, pasemos a revisar todo lo que tiene para aportarnos este maravilloso discurso platónico que lleva por nombre, Apología de Sócrates.
Apología de Sócrates, un discurso platónico
Platón, el alumno estrella de Sócrates, fue otro de los grandes pensadores que marcaron un hito en la filosofía occidental.
Como buen aprendiz, heredó de su maestro el diálogo como recurso principal de sus obras literarias. En consecuencia, todos sus textos están presentados en forma de discursos conversacionales.
La Apología de Sócrates pertenece, así, a su primera colección, mejor conocida como los diálogos socráticos; los cuales reflejan las reflexiones y aportes filosóficos de su maestro.
Esta obra en particular, se basa en el discurso expuesto por Sócrates, frente a los tribunales atenienses, el día en que se le acusó de corromper a la juventud, y de no creer en los dioses de la polis.
Composición del discurso. ¡Todas sus partes!
La apología de Sócrates puede dividirse en cuatro momentos cruciales. A continuación te las describimos.
1. Acusaciones
Tres hombres en particular, presentan cargos en contra de Sócrates: Ánito, hijo de un ateniense prominente, Meleto, el único de los tres que habló durante la defensa del acusado, y Licón, del cual sólo se sabe que era representante de los oradores.
¿Y cuáles fueron las acusaciones de estos hombres? Las dos siguientes:
- Ser curioso en exceso, cuestionando todo lo que hay o existe entre el cielo y la tierra, convirtiéndose así en un peligro para la polis.
- Corromper a la juventud, haciéndoles creer en cosas sobrenaturales inventadas por él mismo, propiciando la pérdida de fe en los dioses de la polis.
2. Discurso principal de Sócrates
Luego de conocer las acusaciones en su contra, sobre todo, la que refiere a la corrupción de los jóvenes, Sócrates inicia su discurso afirmando que si Meleto está convencido de ello, es porque Aristófanes, en su obra Las Nubes, ya había influido en las mentes de todos cuando eran jóvenes.
Continúa relatando un hecho particular, en el que justifica la razón de su actividad cuestionadora, y cuenta que un día, un antiguo amigo llamado Querefonte, asiste donde el Oráculo de Delfos para preguntarle quién es el hombre más sabio de la ciudad.
A ello, el Oráculo responde que se trataba de Sócrates. Éste último, intrigado, al no creerse poseedor de sabiduría alguna, se puso como misión hallar a los más sabios de Atenas para demostrar que el dios se equivocaba.
Este es el motivo por el cual se dedicó a interrogar a las personalidades que decían ser sabias, como políticos, poetas, y algunos artesanos, pudiendo constatar que estos, realmente, no comprendían nada de lo que decían saber.
En consecuencia, entendió que el Oráculo no se equivocó al afirmar que era él el más sabio de la ciudad, en tanto su sabiduría consistía en el saber reconocer que no se sabe nada. De allí, su popular frase “Sólo sé que no sé nada”.
3. Defensa frente a los cargos formales
Con la explicación anterior, el filósofo deja clara la razón de su “mala fama”, y los enemigos que se ganó por dejar en ridículo a aquellas personas que la sociedad consideraba como sabios.
Luego, para defenderse de los cargos imputados por ateísmo, Sócrates, con sus palabras cargadas de sarcasmo, y sus siempre pertinentes preguntas, consiguió que Meleto se contradijera en su acusación.
Del mismo modo, se defiende de los cargos por impiedad, apelando a conceptos como el daimón, propio de la religión griega, según el cual los dioses no permiten que un hombre bueno sea corrompido por otro peor que él.
Así mismo, se defiende de la segunda acusación, alegando que de ser cierto que él ha corrompido a los jóvenes de Atenas, debería haber allí algunos testigos, y no los hay; como tampoco hay familiares molestos, al contrario, han acudido en su defensa.
Por último, Sócrates argumenta que él no ha actuado como profesor de ninguno de estos jóvenes, sino que, únicamente, se ha esforzado por mantenerlos despiertos. Por tanto, no debería acusarle de nada que ellos hayan aprendido.
4. Veredicto y desenlace
Finalmente, Sócrates, quien decidió no hacer nada más por convencer al jurado de su inocencia, y quien además mantuvo firme sus creencias, fue condenado a muerte.
Ante la condena, el filósofo afirma que el resultado de la misma no se debe a una falta de argumentos, sino a su repulsión por hacer lo que el jurado esperaba: rogar por su vida.
Concluye la analogía diciendo:
«Es hora de irse, yo para morir, y ustedes para vivir. ¿Quién de nosotros tendrá una mejor suerte?, nadie lo sabe, solo los dioses lo saben»
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