Cada decisión que tomamos influye de alguna manera en el ambiente donde nos desenvolvemos. Hacer consciencia de ello es procurar que el rastro que dejan nuestros hábitos no sea tan dañino. Pero, ¿qué es la huella ecológica? La herramienta que nos ayudará en esta tarea.
La contaminación, en cualquiera de sus formas, es perjudicial para el medio ambiente, por la manera en la cual agentes externos rompen con la dinámica natural. Al irrumpir en procesos originarios todos los seres vivos se ven afectados por los cambios.
La situación medioambiental es algo que atañe a cada individuo sobre la Tierra. Tener la información necesaria sobre términos y medidas empleadas al respecto es vital para sumar en la lucha contra la polución.
Existe un término al que se ha denominado huella ecológica y que sirve como referencia de medición de la forma en la cual nuestro rastro genera impacto en el planeta.
Además, representa el cálculo de la cantidad de recursos existentes de los cuales se podría disponer para mitigar el hecho. A pesar de que se trata de una especie de remisión simbólica, ayuda a tener una idea del daño que se genera de forma individual y de manera colectiva.
Definición de Huella Ecológica
La huella ecológica se define como un indicador que se refiere a la sostenibilidad y que tiene como finalidad medir el efecto que deja la acción del ser humano sobre el ambiente en el que se encuentra.
Se representa como la cantidad de espacio productivo que amerita cada persona para poder hacer sustentable el estilo de vida que lleva. Ello se relaciona con sus hábitos, bienes que consume y servicios que utiliza en su vida cotidiana.
En su esencia este término está vinculado con el área natural activa, ya sea de agua, tierra o aire, que usa un individuo, o algún proceso desarrollado por el hombre, y la posibilidad de que este se regenere en un tiempo estimado.
Se calcula que a cada ser le corresponden 2.7 hectáreas de terreno para cubrir los requerimientos que presenta durante, aproximadamente, un año.
Historia de la Huella Ecológica
La conceptualización de la huella ecológica nació como respuesta a los estudios de William Rees y Mathis Wackernagel, quienes en 1996 emplearon el término con la intención de crear una jerga ecológica.
Estos protectores del medio ambiente buscaron establecer una unidad cuantificable de sostenibilidad, donde se mide la superficie (expresada en hectáreas) que se necesita para satisfacer las necesidades de la sociedad, desde lo micro hasta lo macro.
El ideal de esta modalidad es el hecho de que se puedan medir, comparar y proyectar los resultados en el tiempo. De tal forma se precisa si se está por el camino correcto, cuales son los factores que podrían generar mayor desequilibrio y, tal vez, divisar alguna vía de solución.
Así como las personas y las comunidades, las actividades artesanales y también las industriales podrían calcular su huella ecológica. En este caso se precisaría como ciertos procesos impactan en los ecosistemas y cuáles serían los mecanismos para que estos permanezcan en el tiempo.
Cálculo de la Huella Ecológica
Para el cálculo de la huella ecológica se deben considerar varios factores.
Entre ellos están las superficies para infraestructura, espacios para proporcionar alimento vegetal, terreno para pastoreo, reserva de biodiversidad y superficie para aprovechamiento marítimo.
También influyen las proporciones inversas de variables que representan causas vitales para el hombre, como la agricultura, pesca, productos de consumo masivo y energía.
En este punto se aplica el cálculo que contrapone ambas partes (el consumo y la disponibilidad) para evaluar si ese nivel de aprovechamiento es sostenible. En muchos casos no es así.
Señales de Alarma por Altas Huellas Ecológicas
Las necesidades de la ciudadanía tienden a ser mucho mayores de lo que su territorio puede darles en la práctica. En ese sentido se establecen varios grupos, de acuerdo a su demanda y a la huella ecológica que dejan.
El cálculo puede hacerse de forma personal, familiar, regional, nacional o mundial. Pero si nos fijamos en la influencia de los países es notorio que los desarrollados son quienes elevan más sus rastros en este sentido.
Los territorios donde la industrialización y la tecnología avanzan a pasos agigantados, como los Emiratos Árabes, China y Estados Unidos, pertenecen a las zonas de alta demanda. Esto también tiene que ver con el número de habitantes.
Las regiones del tercer mundo, normalmente más pobres y subdesarrolladas, llevan un ritmo de consumo menor y esto también se ve reflejado en su huella. En estos lugares los procesos tienden a ser más artesanales y las personas se inclinan a lo conservador.
El fin del establecimiento del término es hacer reflexionar a la ciudadanía sobre cómo sufre el planeta por la acción humana. Asimismo, se buscan respuestas globales, derivadas de gobiernos y autoridades internacionales, que regulen las actividades nocivas y frenen el daño indiscriminado.
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