¡Prepárate para enamorarte con los mejores 5 Cuentos de Amor!
Cuentos de Amor
1. La Princesa de Fuego
Hace muchos años, existió una bella, millonaria y sabia princesa. Pero era muy solitaria, y deseaba ser amada con ternura y sinceridad.
Cansada de pretendientes que solo se fijaban en su poder y belleza, hizo una proclamación.
- He decidido casarme con aquel hombre que me otorgue el obsequio más valioso, sincero y tierno.
Llegaron a ella muchos regalos, joyas, flores de todas las clases, poemas de amor. Pero entre los obsequios, encontró una roca simple y sucia.
Intrigada por este peculiar regalo, mandó a llamar a quien lo había otorgado para pedir una explicación.
- Esta piedra es lo más valioso que puedo obsequiar, representa mi corazón. – Explicó el joven. – Es sincero, pues aún no es suyo, puesto que sigue duro como la piedra.
- Interesante… Continua – Le ordenó la princesa.
- Pues es así, siendo que ahora es duro, pero cuando el calor de otro corazón lo ablande, se volverá tierno. Este es mi más valioso obsequio, princesa.
Y habiendo dicho esto, se marchó sin agregar más. Así pues, la princesa, impulsada por la curiosidad, se dedicó a llenar a este joven de regalos, para enternecer su corazón.
Llevaba la piedra siempre consigo, pero esta seguía dura. Un día, harta y molesta, la arrojó al fuego, y se asombró con el resultado.
La piedra comenzó a derretirse, resultando en una hermosa pieza de oro. En ese momento comprendió que debía actuar como el fuego, amando apasionadamente.
Hizo muchos cambios en el reino, eliminó lujos y excesos y comenzó a administrar mejor todo. Los habitantes comenzaron a llamarle cariñosamente “La Princesa de Fuego”.
Poco a poco, trató más dulcemente al joven también. Y tal como había prometido, al ablandarse su corazón, demostró que estaba lleno de ternuras para ofrecerle.
2. El Concurso que no Había Forma de Perder
En un antiguo Reino, había llegado el momento de escoger la nueva realeza. Para ello, habían organizado un concurso de jardinería muy peculiar.
Cada pareja de jóvenes, debía cultivar un jardín partiendo de una semilla. Además, de ese jardín, habría de nacer toda la magia y fortuna del Reino.
Pero era labor difícil, debían ser solo la flor del amor. Para que las flores crecieran, los jóvenes debían estar realmente enamorados, además de cuidarlas y regarlas con constancia.
Así como el amor mismo, esta flor crecía rápidamente, y podía perecer por el menos descuido.
Una pareja de humildes granjeros, llamados Milo y Nika, destacó notablemente por sus flores. Tenían el olor más impregnante y los pétalos más suaves, eran la sensación.
Todos supusieron que ganarían, y comenzarlos a tratarlos como si ya fueran los reyes. Sin embargo, a Nika no le agrada ese trato, estaba incómoda, y Milo pudo notarlo.
Sabiendo que Nika no renunciaría pese a su incomodidad, él quería verla feliz. De noche, Milo salía a cortar secretamente las flores, así el jardín moriría.
La última noche, decidió cortar todas las flores y acabar por fin. Pero encontró a Nika haciéndolo, pues sabía que Milo estaría más feliz con su vida sencilla.
Ambos se abrazaron y juntos terminaron la tarea. Milo adornó el cabello de Nika con la última flor, y abrazados se quedaron dormidos.
Al amanecer, despertaron con aplausos y alaridos, rodeados de un jardín el doble de grande, nacido de esa última flor y de su amor sacrificado.
Aunque no pudieron renunciar al trono, llevaron una vida tranquila como reyes, gracias al jardín, que llenó todo de magia y fortunas, haciendo que su reinado fuera próspero.
3. El Crisantemo
En el antiguo Japón, enfermó un pequeño niño de dos años. Tenía una rara enfermedad, y ningún médico lograba curarlo.
Sus padres, que lo amaban mucho, habían probado con todo, remedios, menjurjes y medicamentos. Pero ni la medicina tradicional ni la no-tradicional lograban resultados.
Desesperada, su madre fue a hablar con un anciano que tenía fama de milagroso. Y le habló de su hijito.
El anciano le contestó pasivamente que no podía curar a su hijo, pero sí podía decirle cuántos días iba a vivir.
Al oír esto, ella le dijo:
- ¿Pero qué pasa si son pocos días? ¿Realmente quiero saber esta noticia? ¿Qué haré si son pocos?
- No pierdas la esperanza, mujer. – Le respondió él.
- Está bien, nunca se sabe… Cuénteme ¿Qué debo hacer?
- Ponga atención, en el bosque deberá buscar una planta de flores amarillas, llamadas crisantemos. Corte una flor, cuente sus pétalos, y estos serán los días que su niño vivirá.
Habiendo dicho esto, la mujer se despidió dando las gracias, y partió en seguida al bosque, aún con el corazón roto de dolor.
Al por fin encontrar el arbusto de flores amarillas, se acercó para cortar una para contar sus pétalos. Desconsolada, descubrió que tenía solo 4 pétalos.
Destrozada, la madre se echó a llorar, pero no se quiso dar por vencida, y decidió alargar la vida de su hijo.
Comenzó rasgar los pétalos en trozos finitos cada pétalo, haciendo que fueran miles. Cuando el anciano vio esto, contestó:
- Bueno, esta flor tiene demasiados pétalos, ¡Tu hijo vivirá muchos años!
Al volver a casa, la mujer vio a su hijo sentado comiendo ¡Se estaba recuperando!
Cuentan, que a partir de ese día, los crisantemos tienen no 4, sino miles de pétalos, tantos que nadie los puede contar.
4. El Viaje de las Hijas del Sultán
El Sultán Agra estaba indeciso, pues no sabía a cuál de sus dos hijas heredaría el Reino. El consejero le propuso una idea muy peculiar ¡Ponerlas a prueba!
- La vida es la mayor de las pruebas. Propongo que las envíe lejos, y cada una deberá volver al palacio por su cuenta.
- ¿Pero qué tal si algo les pasara? – Replicó el Sultán.
- Las haré acompañar de un animal que ellas escogerán para protegerlas.
- Pues así será.
El Sultán mandó a llevar a sus hijas, Ara y Taira, muy lejos, donde cada una escogió un animal de su preferencia.
Ara, sin dudarlo, escogió al tigre, iba perfecto con su personalidad fuerte e imponente.
- Es un animal muy fiero, para un viaje tan largo no creo que sea buena idea. – Le dijo Taira a su hermana.
- No te preocupes, ya aprenderé a dominar su carácter.
Mientras tanto, Taira se tomaba su tiempo para conocer primero a los animales. Decidió quedarse con un perro, con una mirada tierna y muy alegre. Así pues, partieron al viaje.
Curiosamente, al pasar por los pueblos, todos quedaban emocionados al ver a Ara y su tigre, eran la sensación. Mientras Taira y su perro pasaban prácticamente desapercibidos.
Pero en la soledad, Taira se jugueteaba con su perro, riendo y paseando.
Mientras Ara sufría peleando con su tigre al tratar de domarlo, y asustada de que la lastimara. Muchas veces llegó a herirla.
Al haber llegado Ara y su tigre al palacio, todos lo celebraron victoriosamente. Poco después, llegó Taira con su perro, muy contentos.
El Sultán les preguntó por su viaje. Taira empezó a relatar que había sido divertido y maravilloso y que estaba muy agradecida por su perro.
Al hablar de esto, Ara dejó escapar una lágrima. Su viaje había sido una tortura.
- ¡Ya no hacen falta trucos! – Dijo el Sultán
Y los animales se convirtieron en 2 de los príncipes pretendientes de las jóvenes. Siempre fueron ellos.
Taira rogó permiso a su padre para casarse de inmediato, mientras Ara pensó
- Podré renunciar al trono, pero no pasaré mi vida con un tigre que jamás lograré domar.
5. La Princesa y la Rana
Un día, la princesa estaba jugando con su bolita de oro, y accidentalmente la dejó caer en el pozo de agua. Se echó a llorar por haber perdido su bolita.
Una ranita, que pasaba por ahí, al verla tan entristecida le propuso:
- Si me prometes cenar y dormir en su castillo, yo rescataré tu bolita de oro.
La princesa aceptó el trato, y la rana se zambulló para buscar la pelotita. Volvió rápidamente y la entregó a su dueña, quien estaba tan emocionada que se fue corriendo.
La ranita apareció en el castillo y le recordó su promesa, pero la princesa estaba asqueada y rechazó a la ranita. Sin embargo, los reyes le dijeron:
- Debes cumplir tus promesas.
Así pues, la rana los acompañó a la cena.
- Ah, qué delicia, estaba todo muy sabroso. Llévame a tu alcoba, tengo sueño, princesa. – Dijo la rana.
La princesa obedeció, y una vez en su habitación, la rana se convirtió en un príncipe. Ella se asustó.
- No te asustes, soy la rana. Fui hechizado, pero el embrujo se rompería si la hija menor de un rey me daba comida y me llevaba a su alcoba.
La princesa y el príncipe se enamoraron, y al poco tiempo se celebró la boda real.
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