Las niñas siempre han amado los cuentos de princesa, pues están llenos de magia, fantasía y aventuras divertidas. Además, los cuentos dan alas a su imaginación y estimulan su creatividad.
Rapunzel
Érase una vez, una torre muy alta, que estaba escondida en lo más profundo de un bosque frondoso y lleno de mágicas criaturas.
En lo más alto de esta torre, se hallaba escondida una joven señorita, con un rostro suave cual porcelana, unos ojos azules cual cielo y una cabellera rubia increíblemente larga.
El nombre de esta joven damisela era Rapunzel, y estaba sola en esta torre, había pasado allí encerrada 18 años de su vida.
Te preguntarás cómo es que fue condenada a tal encierro, ¿No? Una bruja la secuestró cuando era apenas una recién nacida, y le hizo creer que ella era su madre.
- Debes quedarte por siempre en esta torre, porque el mundo externo es demasiado peligroso. – Le decía la bruja. – Está lleno de hombres que quieren robar tus tesoros.
La bruja visitaba regularmente a Rapunzel en la torre, pero la mayor parte del tiempo, la joven estaba sola.
Un Príncipe
Un día se hallaba cantando en su ventana y la escuchó un príncipe que rondaba perdido por el bosque.
- ¿Quién es la dueña de tan melodiosa voz? – Cuestionó el príncipe.
- Soy Rapunzel. ¿Tú eres un hombre? – Respondió ella confusa.
- Así es, joven doncella, soy un hombre.
- ¿Y me harás daño? – Le preguntó temerosa.
- En lo absoluto, déjame subir y te haré compañía.
Rapunzel aceptó, y dejó caer su larga cabellera, para que el príncipe trepara y llegase hasta su torre. El príncipe le dio un beso, y Rapunzel se enamoró.
Desde entonces, el príncipe iba a visitarla constantemente para hacerle compañía. Pero la bruja no tardó en enterarse y estaba muy disgustada por la desobediencia de Rapunzel.
Consumida por la ira, la bruja le cortó el cabello a Rapunzel, y la desterró a pasar sus días en un desierto lejano, donde nadie podría encontrarla.
Habiendo hecho esto, estuvo a la espera del príncipe, pues deseaba castigarlo también. Al aparecer el príncipe, gritó:
- ¡Rapunzel! ¡Deja tu trenza caer!
La bruja lanzó el cabello que le había cortado a Rapunzel, y el príncipe trepó. Al estar hasta arriba, y ella lo dejó caer.
El príncipe cayó sobre unos espinos que lo dejaron ciego al pinchar sus ojos. Vagó por días en busca de Rapunzel hasta que por fin la encontró en el desierto.
Al encontrarse, en seguida decidieron que no querían estar lejos nunca más y se casaron.
La Princesa y el Guisante
Una noche de lluvia y tormenta, un príncipe se lamentaba por no poder encontrar una princesa para casarse. Cuando de repente tocaron a la puerta de su castillo.
¡Era una jovencita empapada y temblando de frío! La pobre doncella, aunque era muy hermosa, tenía sus ropajes llenos de lodo por la tormenta.
- Príncipe Felipe, soy la princesa Isabella. Sufrí un accidente y mi carruaje se perdió. Por favor permítame entrar, tengo mucho frío. – Dijo la joven
- ¡Una princesa! Pase adelante, bella dama. – Le respondió haciéndola pasar.
La Reina Desconfía
La reina, por otro lado, no estaba convencida de que esta joven fuera una princesa.
- Felipe, hijo, mira nada más. Se presenta tan tarde en la noche cubierta de lodo y mojada, ¡Esos modales no son propios de una princesa!
Pero el príncipe hacía caso omiso a las acusaciones de su madre, que desprestigiaban la realeza de la princesa Isabella.
- Debemos darle cobijo. – Dijo el príncipe, negado a cambiar de opinión.
Una Prueba
La reina accedió, aunque disgustada, a darle una cama y una habitación para quedarse a pasar la noche. Sin embargo, tenía un plan para descubrir si realmente era una princesa.
Preparó para ella una cama de 30 colchones y puso debajo de todos ellos un guisante.
- Una verdadera princesa es extremadamente sensible, si realmente lo es, podrá sentir incluso un pequeño guisante bajo estos colchones. – Dijo para sí misma.
A la mañana siguiente, esperaban a la princesa en la mesa para tomar el desayuno. Esta se apareció con un semblante somnoliento.
- Oh, no pude dormir nada anoche. – Dijo la princesa. – Sentí todo el tiempo como un enorme bulto bajo mi espalda.
La reina, sorprendida y emocionada, dijo:
- ¡Sí es una princesa!
Y siendo que su hijo y ella se habían enamorado profundamente, arregló todo para que se casaran. Y vivieron felices para siempre.
La Princesa del Lago de los Cisnes
Había una vez una hermosísima princesa llamada Odette, que vivía en un reino lleno de magia, pociones y hechicerías.
Su belleza la hacía ser una doncella deseada por muchos caballeros nobles, pero ella solo podía amar al príncipe Sifredo. Sin embargo, el viejo brujo Rothbart la quería para él.
- Cásese conmigo, princesa Odette, o verá las consecuencias. – Le dijo el brujo.
- No puedo casarme con usted, no lo amo. – Respondió.
Ante tal desamor, el brujo enardeció en furia y lanzó un hechizo sobre la princesa, transformándola en un cisne.
El Lago de los Cisnes
Habiendo sido condenada a pasar sus días como un cisne y ser una humana al anochecer, Odette se marcha al lago congelado, para vivir ahí con su pesar.
Una tarde, casi al anochecer, el príncipe Sifredo estaba cazando en el bosque, y llegó hasta el lago, donde Odette estaba refugiada, en forma de cisne, como siempre.
Mientras el sol caía lentamente, y los rayos de la luna se hacían cada vez más presentes, el príncipe apuntaba con su arma al cisne que observaba el lago.
Estaba a punto de disparar, cuando la noche cayó por completo, y el cisne comenzó a transformarse en la humana que había sido antes, la princesa Odette.
Asombrado por lo que veían sus ojos, se sintió muy confundido.
- ¡Odette! ¡Eres tú! ¿Pero cómo es esto posible? – Dijo.
- Oh, Sifredo, creí que ibas a dispararme. – Respondió. – Ha sido Rothbart, me ha hechizado, por las noches soy humana, pero de día, solo un cisne.
Sifredo y Odette
El príncipe Sifredo había sido prometido a Odette en matrimonio desde que eran niños, pero él jamás había amado a nadie. Aunque Odette se enamorase de él.
Al verla sufrir así, envuelta en lágrimas y contándole su tragedia, no pudo evitar sentir que algo se conmovía en su interior. Sintió que quería protegerla y amarla.
Odette sabía que su hechizo solo podía ser roto si alguien que jamás había amado, juraba amarla. Pero se sentía desdichada ¿Qué humano se enamoraría de un cisne?
Al anochecer siguiente, el príncipe fue a verla de nuevo en el lago, para poder cuidarla. Y así continuó por varias noches.
La Boda
Una noche, abrazados junto al lago, Sifredo le pidió a Odette que fuera su esposa, pues la amaba. Odette no podía creerlo, pensaba que era un sueño.
Pero era realidad, el amanecer llegó y ella permaneció como humana. Ese mismo amanecer, se casaron en el lago de los cisnes, y vivieron siempre enamorados.
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