El cuento de Pinocho, un clásico de Carlo Collodi, ha trascendido las barreras del tiempo para convertirse en parte de la cultura popular ¡Y no es para menos!
Este cuento, que habla sobre la importancia de ser honestos y hacerle caso a ese pequeño grillito que es nuestra conciencia, es ideal tanto para leer junto a los niños.
Pinocho
Erase una vez, un hombre anciano llamado Geppetto, que vivía solo y se ganaba la vida haciendo zapatos y títeres.
Un día, Geppetto decidió que quería construir un títere muy especial. Luego de pasarse todo el día trabajando sin parar, logró fabricar un títere que parecía un niño de verdad.
- ¡Qué bien me ha quedado! – Se dijo a sí mismo, y se fue a descansar.
A la mañana siguiente, al despertar, Geppetto escucho una vocecita:
- ¡Hola, papá! – Dijo el títere.
Geppetto, impresionado, vio cómo su creación había cobrado vida y podía hablar. Entonces, sintió mucha alegría ¡Ya nunca volvería a sentirse solo!
- ¡Te llamaré Pinocho! – Dijo el anciano zapatero.
Como todo niño, Pinocho era travieso y juguetón, pero también quería ir a la escuela como los demás niños.
Geppetto, que era muy pobre, tuvo que vender su abrigo para comprarle a Pinocho los libros que necesitaba.
- ¡Sacaré las mejores notas! – Le prometió Pinocho.
Pero como otros niños, Pinocho se saltaba las clases y se iba con sus amigos a jugar. Pero le mentía a Geppetto, y decía que iba a clases.
Un día, apareció un hada y le dijo:
- ¡Te has portado mal, Pinocho!
Y con un ademán de su varita, transformó a Pinocho en burro, con pezuñas y largas orejas.
Pero pasado un tiempo, el hada se arrepintió y regresó a Pinocho a su estado original.
- Pero esta vez te crecerá la nariz cada vez que mientas. – Le advirtió ella.
Aprovechados en el Camino
Mucha gente, al ver que Pinocho era un niño de madera, parlante y viviente, y que además le crecía la nariz, comenzó a aprovecharse de él.
El primero fue Florencio, un titiritero.
- Será la estrella de mis obras ¡Me haré rico con él! – Pensaba.
Cuando Pinocho fue a ver uno de sus espectáculos, Florencio le ofreció caramelos.
- ¡No le hagas caso! – Le dijo una vocecita proveniente de un grillito.
Pero este la ignoró y aceptó las golosinas. Florencio se aprovechó de esto y, mientras Pinocho comía, puso en marcha su carruaje con el títere sentado dentro.
- ¡Ahora trabajas para mí! – Dijo Florencio.
Mientras muñeco se confundía por lo que Florencio había dicho, escuchó de nuevo aquella vocecita.
- ¡Te dije que no debías fiarte de él! – Decía el grillo.
- ¿Y tú quién eres? Que dices saber tanto. – Preguntó.
- ¡Soy Pepe Grillo! Y soy tu conciencia. – Contestó
- ¿Un grillo que habla? ¡Qué tontería!”
- Bueno, tú eres un títere que habla.
- ¡Para nada! – Replicó – ¡Soy un niño de verdad!
Pero, como esto era mentira, a Pinocho le creció la nariz. Aún así, Pepe y Pinocho trabajaron juntos y lograron escapar de Florencio. Se fueron directo al taller de Geppetto.
Buscando a Geppetto
Cuando llegaron al taller, se encontraron con que Geppetto, preocupado, había vendido todo lo que tenía para irse a buscar a Pinocho.
Geppetto se había ido al mar, así que fueron a buscarlo allá. En el puerto preguntaron por él, pero le dieron malas noticias.
- El viejo se fue en un barco velero, ¡Y una ballena se lo tragó!
Pinocho fue a buscar a la ballena y le pidió que por favor le devolviera a su papá. Sin embargo, la ballena, como respuesta, ¡Se lo comió!
Dentro de la ballena, Pinocho encontró a su padre. Entre lágrimas y arrepentimiento, Pinocho le dijo a Geppetto que había sido un niño malo y le pidió perdón.
Geppetto lo abrazó fuertemente, y enseguida lo perdonó de todo corazón.
Un Niño de Verdad
- Has aprendido la lección. – Dijo una voz. El hada de antes había aparecido. – Por decir la verdad y pedir disculpas, mereces una recompensa.
Tras decir eso y tocó a Pinocho con su varita y lo convirtió en un niño de verdad.
- ¡Y ahora, salgamos de aquí! – Dijo Pepe Grillo – Hagamos una fogata, sé que servirá.
Así lo hicieron, y el humo del fuego hizo estornudar a la ballena, haciendo que escupiera a todos.
Pinocho fue un buen niño desde entonces y siempre escuchó los sabios consejos de Pepe Grillo, quien siempre sabía lo que estaba bien o mal.
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