Dentro de la Teoría Psicoanalítica, los términos Ello, Yo y Superyó son la base para comprender la llamada segunda tópica propuesta por Sigmund Freud.
Este modelo pretende de cierta manera explicar cómo funciona la psique humana, teniendo como bases fundamentales otros conceptos psicoanalíticos importantes.
Ello: saciando los impulsos
De acuerdo a la Teoría Psicoanalítica, la psique humana estaría dividida en diferentes instancias, correspondiéndole a cada una características y funciones específicas.
El Ello se encontraría ubicado en una dimensión inconsciente por lo que su contenido está generalmente reprimido por razones que ya se explicarán más adelante.
Esta instancia está regida por el llamado principio del placer que busca satisfacer nuestras necesidades, incluyendo aquellas de tipo fisiológico.
De allí que el Ello constituya la parte más primitiva e instintiva del ser humano, lo que generalmente es censurado por la sociedad en la que cada individuo se desenvuelve,
Esto conlleva a que sus contenidos sean reprimidos y resulten en muchos casos difíciles de aceptar cuando de alguna forma logran hacerse conscientes.
Dinámica y funciones del Ello
El Ello puede ser visto como un gran almacén en el que se guardan instintos y pulsiones, acumulándose un tipo de energía psíquica que requiere descarga y está relacionada a la actividad corporal.
Al ser un contenido de tipo inconsciente su manifestación en el exterior del individuo solo puede ser posible cuando es capaz de burlar los mecanismos de defensa que lo contienen.
Una de las formas más comunes de hacer aparición es a través de los sueños, y en los casos de compromiso patológico, a través de los delirios o las alucinaciones.
También es posible que se revele por medio de los llamados actos fallidos, esos errores del comportamiento que pueden mostrar lo oculto de una persona.
El Yo: conectando con la realidad
El Yo es el mediador entre el Ello y el Superyó, pues es esa parte de cada persona que está en contacto con el mundo que lo rodea.
Es la parte visible de cada quien, lo consciente, aquello que se hace tangible, medible, evaluable; es el aspecto del individuo con el que podemos interactuar.
Para Jung, discípulo de Freud, el Yo era el núcleo de la consciencia, la convergencia entre lo somático y lo psíquico.
En el Yo se construyen los roles que debemos asumir en cada área de nuestras vidas, y es posible que nuestra conducta y actitud se establezca en función a éstos.
También incluye lo racional y todos los procesos cognitivos que nos permiten ser y hacer, es decir, formar nuestra identidad y desarrollar nuestras habilidades.
¿Cuál es la función del Yo?
Como se ha mencionado, el Yo es un regulador, busca mantener a raya las pulsiones y los impulsos al mismo tiempo que da sentido a su realidad ajustándose a aquello socialmente aceptable.
Ser el ancla con la realidad implica también un proceso de selección de estímulos, pudiendo separar aquellos de origen interno con los de origen externo.
Permite además el establecimiento de relaciones interpersonales, estando la calidad de éstas condicionadas a otros procesos psíquicos que forman parte de la construcción de la personalidad.
En el Yo también se manifiestan los mecanismos de defensa que permiten conservar al individuo alejado de una angustia excesiva que no le permita ser funcional.
El Superyó: aceptar las normas para sobrevivir
Para entender este concepto dentro de la teoría freudiana es necesario tomar en cuenta otro elemento que forma parte del desarrollo psíquico, el llamado Complejo de Edipo.
Alrededor de los 3 a 6 años, el niño debe pasar por un proceso doloroso en el que renuncia a su madre, interiorizando así la ley paterna que le permitirá adaptarse al mundo.
Es así como nace el Superyó, el niño entiende que debe asumir ciertos comportamientos, imitando a su padre, para en un futuro encontrar una mujer tan buena como su madre.
Esto a su vez dará paso más adelante a la creación de ideales, de metas y búsqueda de autorrealización a través del logro de objetivos.
Pero el Superyó también puede volver severo, un policía interno que constantemente te recuerda lo alejado que estás del ideal planteado o te prohíbe el hacer lo incorrecto socialmente.
Funciones del Superyó
Es entonces el Superyó lo que nos hace poder funcionar dentro de una sociedad, sin permitir que el Ello nos haga desbordarnos en nuestras propias pasiones sin límite.
Poder someter nuestra conducta a él nos ayuda en primer lugar a conservar nuestra integridad tanto física como psíquica, evitando las consecuencias de cumplir toda fantasía inconsciente.
También permite que la conducta del ser humano se adapte y sea juzgada conforme a las leyes establecidas, ajustándose a sus reglamentos.
Finalmente, es lo que impulsa a cada individuo a fijarse y alcanzar metas o ideales que en algún momento se formó en su interior.
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