La resiliencia puede verse como ese efecto rebote, es decir, una capacidad que nos permite impulsarnos nuevamente aun en medio de circunstancias difíciles.
Esta ha sido al menos la definición más comúnmente encontrada sobre la resiliencia y surge de las primeras investigaciones realizadas a partir de 1950.
Sin embargo, hoy en día existen diferentes enfoques sobre esta capacidad, así como también se ha logrado profundizar en diversos aspectos que la conforman.
Definición de Resiliencia
Dependiendo del enfoque desde donde se le mire, la resiliencia puede tener diferentes definiciones, por una parte, se le identifica como una habilidad y por otra como un proceso.
La descripción a la cual se hace mayor referencia es la de señalarla como la capacidad de superar eventos traumáticos.
Sin embargo, vista como un proceso en el que intervienen varios factores, la resiliencia pasa a ser no solo una capacidad ante una circunstancia sino algo permanente.
En este caso la resiliencia es el resultado de un proceso dinámico en el que interactúan factores como los recursos internos del individuo y las personas que lo rodean, con el ambiente.
La resiliencia no sería entonces algo individual, más bien el resultado de una mezcla entre lo interno y lo externo, incluyendo las características de la comunidad o contexto en el que se desenvuelve.
Antecedentes Históricos
Los estudios sobre resiliencia se inician en los años 50 cuando un grupo de psicólogos se interesa por investigar personas que habrían superado una serie de dificultades durante su infancia.
Una de las pioneras en este tipo de estudios fue Emmy Werner quien se interesó por profundizar en los llamados factores de protección.
Ella observó como en un grupo de niños en circunstancias adversas, un grupo lograba superarlas mientras otros desarrollaban diferentes patologías o problemas.
Al grupo de niños que lograba superar sus circunstancias adversas los llamó vulnerables pero invencibles.
Concluyó que estos factores de protección no solo estaban relacionados al temperamento, sino también a factores externos como un adulto modelo que fue clave en superar su situación.
Resiliencia en la Vida Cotidiana
No es necesario atravesar una situación muy difícil para desplegar las habilidades relacionadas con la resiliencia, podemos mostrarnos resilientes en nuestro día a día.
Esto es posible cuando vemos la resiliencia no como una capacidad para sobrevivir un evento específico, sino como una forma de adaptarnos a través de mantener un proceder flexible.
Mostrarse creativo, no solo ante las crisis, sino incluso cuando todo aparenta estar en calma, es también una manera de ser resiliente.
Mantener una visión resiliente en nuestra vida cotidiana nos permitirá prepararnos mejor para cuando se presenten las dificultades.
Características de la Resiliencia
Como se ha señalado, existen diferentes visiones en torno a la resiliencia, algunos enfoques consideran que es una habilidad innata mientras otros creen que puede desarrollarse.
Además, existen visiones que hacen énfasis en las características individuales, paralelamente otros se inclinan por dar más importancia a los factores sociales.
Entre las características generales más relevantes sobre resiliencia de los diferentes enfoques teóricos que la abordan encontramos:
- Autoeficacia.
- Confianza en sí mismo.
- Capacidad de resolución de problemas.
- Capacidad rápida de respuesta en las dificultades.
- Perseverancia.
- Apoyo recíproco de terceros, tanto personas cercanas como instituciones.
- Capacidad para reorganizarse.
- Flexibilidad.
- Creatividad.
¿Cómo ser Resilientes?
Como hemos notado, la resiliencia no es solo algo individual, sino que está fuertemente ligado al ambiente donde nos desenvolvemos.
Esto implica que para desarrollar la capacidad de resiliencia es necesario también cultivar habilidades sociales, entre otras, y así poder fortalecernos ante las dificultades y adaptarnos más efectivamente.
1. Fortalecer Habilidades de Comunicación
No somos islas, necesitamos de los otros siempre, bien sea para hacer una tarea de manera más eficaz o simplemente para dar y recibir apoyo emocional.
Pero para que esto sea posible, debemos aprender a comunicarnos de manera tal que nuestro mensaje sea directo y comprensible, sin suposiciones ni dobles mensajes.
Igualmente, ser capaces de escuchar con una posición empática y libre de juicio, estas son acciones elementales para mejorar el proceso de comunicación.
2. Resolución de Problemas
Esta es una habilidad que puede entrenarse, parte en primer lugar de no tomar decisiones desde nuestras emociones, sino una vez hemos alcanzado un estado de calma.
Luego plantearse todas las alternativas posibles, consultar con las personas indicadas, evaluar los pros y contras y tomar una decisión.
3. Autocuidado
Una buena actitud nace primero de sentirnos bien a través de hábitos saludables, descanso suficiente, adecuada alimentación y práctica regular de ejercicio.
4. Ayudar a Otros
Mantener una actitud colaboradora, honesta, dispuesta a facilitar bienestar en otros, es también una forma de ser resilientes.
Esto nos permite trascender a nuestras propias dificultades y encontrar un propósito en las experiencias vividas.
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